martes, 30 de octubre de 2007

Lo que acecha

Hoy se cumplen 69 años de la emisión de la Guerra de los mundos (novela de ciencia ficción del inglés Herbert George Wells), que adaptaron Orson Welles y el Teatro Mercurio, bajo el sello de la CBS, a un guión de radio.

Los hechos que suceden en la obra de Wells se relataron en forma de noticia -como si sucediese en tiempo real- y se narró la caída de meteoritos que provenían de las naves marcianas y que, para derrotar a las fuerzas estadounidenses, usaron un rayo de calor y gases venenosos. En la introducción del programa se explicó que se trataba de una dramatización de la novela. En el minuto 40.30, aproximadamente, aparecía otro mensaje aclaratorio, seguido de la narración de Welles, quince minutos después de la alarma general del país, que llegó a pensar que estaba siendo invadido.

Los oyentes desprevenidos que no escucharon la introducción pensaron que se trataba de una emisión real de noticias, lo que provocó el pánico en las calles de New York y New Yersey. Los teléfonos de la comisaría y los medios de comunicación estaban saturados por oyentes desesperados, de los cuales algunos se suicidaron ante la amenaza.

En el ensayo Lo siniestro, Sigmund Freud interprete el sentido de esa palabra: siniestro. Para el psicoanalista, lo siniestro es lo desconocido, lo nuevo, lo que no se conoce, y que aparece sorpresivamente y provoca temor, miedo; estado que surge por la amenaza, por aquello que nos provoca una sensación de peligro. Así sucedió con la dramatización de Welles, los oyentes, ante la invasión de los extraterrestres -lo desconocido- sintieron miedo.

Por otro lado, lo siniestro, en la etimología alemana, según Freud, es aquello que en un momento fue lo hogareño, lo conocido que se transformó y pasa a provocar temor, miedo, amenaza. Pero, ¿hay algo en lo cotidiano que puede volverse siniestro?

En los relatos de Raymond Carver, cuentista estadounidense, se percibe -en ambientes hogareños en los que viven, en general, matrimonios o parejas- algo que se mueve en el fondo, algo que golpea y genera interferencia, intranquilidad. Así se siente en sus obras: Tres rosas amarillas, ¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor?, De qué hablamos cuando hablamos de amor y Catedral; y más precisamente en los relatos Diles a las mujeres que nos vamos, Tanta agua tan cerca de casa y ¿Por qué no bailas?, entre otros. En este último cuento, un auto frena en una casa donde se realiza una liquidación casera, bajan una pareja de novios, se acuestan en la cama, fuman, miran las estrellas; hasta que aparece el dueño de la casa que fue a comprar cerveza y comida a un almacén, los invita a beber, charlan, pone música y propuso a los chicos bailar:
<<-Eh, chicos, ¿por qué no bailan? -No, no- dijo el chico. -Vamos –insistió el hombre-. Es mi jardín. Pueden bailar si les apetece.>>

El hombre los mira bailar. El chico deja de hacerlo porque se siente borracho. La chica le pregunta al hombre si quiere bailar con ella, él acepta. Bailan muy juntos y se susurran cosas al oído.
¿Alguna vez llegaste a su casa, y viste a algún integrante de tu familia sentado bebiendo gaseosa mientras fuma un cigarro, y cuando preguntaste en qué pensaba te responde nada? ¿Alguna vez miraste a dos o más personas que están en silencio y parecen felices? ¿Te das una idea de lo que piensan?
Las ballenas van a morir a la playa. Algunos científicos creen que pierden el sentido de la orientación y quedan varadas en la arena. El 14 de agosto de 1969, cientos de personas contemplaron desde el acantilado de Cayo Grassy, Florida, el suicido de unas sesentas ballenas que se estrellaban contra las rocas. Intenta golpearte una y otra vez contra la pared para ver cuántos golpes resistís y verás que las ballenas no se pierden. Si no se pierden, ¿por qué se suicidan? ¿Habrá algo en el fondo del mar que desconocemos y que acecha?
Cuando percibís el peligro, que hay alguien que te espía, pero estás en el comedor de tu casa con tu esposa o esposo, o lo que sea, ¿qué te dan ganas de hacer? ¿Sentís esa tensión? ¿Y qué es más horroroso, vivir con la idea de que alguien cercano desea ponerte un arma en la cabeza o que directamente lo haga, que ponga el arma en tu sien y amenace con matarte? Porque, como escribe Charles Baudelaire en su obra Las Flores del Mal: “Un pueblo de demonios danza en nuestras cabezas”.

No hablo de violencia, armas, guerras, asesinatos y muertes. Hablo de la amenaza, de lo que acecha, de lo que late en las profundidades, lo latente, lo que se mueve y no percibimos. Eso pasó con Welles, la gente, ante la amenaza de una invasión se sintió en peligro y se suicidó.
Encerrate en un cuarto, que sea hermético a los sonidos, concéntrate en lo que sucede en tu cabeza, trata de oír, y cuando percibas el sonido de los diablos que saltan preguntante: si te provocan, ¿de qué sos capaz?

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