domingo, 5 de agosto de 2007

Corta tomates y lechugas

Se sienta, da una pitada a su cigarrillo a punto de consumirse, inhala y exhala aire tres o cuatro veces e intenta escribir.
Recuerda la visita de Javier por la mañana. “Tomo un café y me voy”, había insistido él; para acompañar el desayuno llevó una docena de facturas. De la mochila sacó unos cuadernos y le pidió que le explicase el uso del sujeto y el predicado. Ella, María, bebió su café en silencio, comió dos medias lunas, mientras que él le señalaba algo en la hoja:
-Acá, por ejemplo, ¿está bien hecho?- María no contestó, dio el último sorbo al café- ¿Y, está mal, no?
-¿Para qué estás cosas? Era un café, tomalo, te espero a que lo termines y nos vamos. Dale, se enfría.- concluyó y se levantó a acomodar unas cosas que estaban dispersas en la mesada.
Él saltó sobre ella, le subió la pollera y la cogió. María no se resistió, y siguió guardando las cosas. Javier se sentó, bebió el café y fumó.
-Me voy, cerra la puerta cuando te vas.
Fue al trabajo, acomodó papeles, el jefe le reprochó su ineficiencia, archivó carpetas e hizo llamados
Ahora mira la máquina de escribir, sus manos sobre las teclas, tomo de un trago el whisky y escribe: “Guarda las cosas en la heladera. Tira papeles en la basura. Pone las lapiceras en el cajón y margaritas en el florero. Cierra las puertas de la alacena.” María levanta la vista, mira la puerta que da al comedor. Sabe que está ahí, hace milanesas y corta tomates y lechugas. Saque el papel y lo pone en un costado. Se levanta, se estira la pollera, agarra el vaso vacío y sale.

miércoles, 1 de agosto de 2007

En la ventana


Se despierta temprano. Se viste con la ropa que usa los lunes y se dirige al sillón que está junto a la ventana. Se sienta y espera a que la mucama le traiga el desayuno: café y algunas tostadas con manteca. Prende un cigarrillo, da una bocanada y lo pone en el cenicero, deja que se consuma. Mira a través de la ventana, con la cabeza inclinada y una mano encima de la otra.
-¿Dormiste bien?- le pregunto, resistiendo a bostezar- Me duele el cuello, estoy un poco contracturado… Tendría que ir al masajista, ¿qué decís?
La mucama pide permiso para entrar. Adelante, le digo y me acomodo en la pared. Entra, deja la bandeja con el desayuno y sale.
-¿Qué decís? Tendría que ir al masajista- le repito-, ¿no? Con este calor, me duele la espalda y el cuello. No sé qué pasa. También me despierto traspirado. ¿Voy no? Más bien al médico tendría que ir.
-Si, al médico-, dice secamente.
Desayunamos. Ella come una tostada, da un par de sorbos a su té.
Me visto. La beso en la cabeza y le digo:
-Me voy. Quizás después de trabajar pase por el masajista. O por el médico, si consigo turno.